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Génesis García Gómez. Peña Flamenca Antonio Piñana

¿QUÉ TIENE EL FLAMENCO?

La voz del cante y el gesto del baile vienen de muy lejos en el tiempo y de muy hondo en el espacio. Pero el flamenco, como género musical propio de artistas, nació en la marginalidad social de los cafés cantantes del siglo XIX, como consecuencia de muchos años de cantar, tocar y bailar el género español los flamencos, “a lo flamenco”. 

Varias generaciones de artistas y de intelectuales en concurrencia consiguieron en el siglo XX elevar el flamenco desde el malditismo social de los albañales urbanos hasta los escenarios más prestigiosos consagrados a la gran música. De manera que el flamenco es enaltecido en la actualidad como un arte actualizado y de dimensión universal. Ante el cual, todos los demás folklores palidecen. Entonces, qué tiene el flamenco para haber llegado a nuestros días ardiendo en llama viva, mientras otros cantos y bailes populares folklóricos tradicionales se enfrían sobre sus cenizas? 

MEMORIA Y LIBERTAD

Pues yo opino que, a diferencia del folklore, el flamenco tiene memoria jonda, que lo liga a la tradición, y libertad creativa, que le permite la renovación. 

La memoria le viene de “las últimas habitaciones de la sangre”, y la mantiene porque el español es el único europeo en el que lo antiguo vive en lo nuevo. Por eso, Sebastiá Gasch diría de Carmen Amaya que «era la antiescuela, la antiacademia. Todo cuanto sabía ya debía saberlo al nacer». Y a la memoria de su arte se refiere la bailaora Pastora Galván, estableciendo un vínculo que podemos asociar también al revolucionario baile de su hermano Israel: 

“De mi padre tengo la garra y la fuerza. La energía de mi baile. Esa forma antigua que tengo de bailar también es de mi padre. De lo que yo le he visto. Pero no quiere decir que yo me ponga a buscar esa manera, sino que sale de mí de forma inconsciente. Yo busco lo nuevo, pero siempre me sale lo antiguo”.

Y la libertad. La misma palabra flamenco evoca libertad por partida doble: 

Libertad social, porque se refiere a un tipo sociológico, un flamenco, una flamenca, los sujetos de la “vida flamenca”, guitona, descarada y desgarrada, libre, asocial y marginal. 

Libertad musical, porque los flamencos cantaban y bailaban libremente el género español, al margen de los escenarios oficiales, ocupados por sainetes, tonadillas y zarzuelas. Eso sí, con números musicales agitanados incorporados para encender con ellos la chispa del éxito. Mientras que los flamencos seguían debajo de los escenarios, haciendo nacer el flamenco como un género nuevo cuyo repertorio era creado y recreado por artistas ajenos a los lenguajes musicales de las academias, sin más norma que la del respeto a la tradición oral que transmitían familias y maestros. 

Razón de memoria y libertad que marca la diferencia del folklore, fijado en sus cantos y bailes como nostalgia estática de un tiempo que fue y ya no es, con el flamenco, un arte capaz de hablar el lenguaje de su tiempo, evolucionando siempre desde la llama viva de su identidad. 

Llama viva contenida en la voz jonda, a cuya orilla, el toque y el baile se le someten.

EN EL CANTE ESTÁ EL SECRETO Y EL MENSAJE

En 1974 Paco de Lucía, que tocaba en La Unión, acompañó a Antonio Mairena. Jubiloso y casual acontecimiento que muchos aficionados recuerdan. Y al evocarlo, en 1990, dijo el propio Paco: 

«Para vencer la reticencia de Mairena, como la de todos los cantaores viejos hacia los guitarristas jóvenes, me transformé en Melchor, cuya guitarra labradora abría los surcos por los que el cante se encauzaba. Me llenó de satisfacción que el monstruo del cante que era Mairena le gustara aquella actuación y mandara cintas a todos sus amigos».

Y es que es la voz la que mantiene la manifestación primera del arte jondo.  El mismo Paco de Lucía recomendaba a los jóvenes guitarristas que se dejaran de falsetas y se pusieran a rasguear y a escuchar cantar, porque la voz es la fuente de inspiración del flamenco:

“No sólo Camarón aprendió de mí; yo mucho más de Camarón. De su voz, alimentaba mis creaciones. Porque, hablando de flamenco, en la voz está el secreto y el mensaje”

Así que, para la guitarra de acompañamiento, técnica, toda; reglas, algunas. Pero una sagrada: el cante por delante. Porque, repito otra vez con el genio de Algeciras, “en el cante está el secreto y el mensaje”

LA VOZ JONDA AMENAZADA

Es verdad que la voz jonda ha estado muchas veces amenazada: en tiempos de Machado y Alvarez porque se «andaluzaba”; en los de Manuel de Falla porque se italianizaba. Pero fue a partir de la explosión instrumental de los años 80 cuando parecía que, ahora sí, la voz jonda iba a desaparecer definitivamente, ocultada por la proliferación del instrumental jazzístico y rockero que la silenciaba. Así, me decía el artista Javier Codesal: 

“Es que lo que oímos ahora es, en el mejor de los casos, flamenco: pero pocas veces jondo. El flamenco ya no nos pertenece: ha dejado de ser experiencia privada, ligada a la voz, para convertirse en espectáculo colectivo, marcado por los instrumentos. Curiosamente, lo que tiene el flamenco es lo que se está perdiendo: la energía profunda que da la fuente, que es la voz”.

Sin embargo, la voz jonda también sobrevivió a aquel sin compromiso ochentero. Y así lo manifestaba a finales delos 90 el bajista Carles Benavent:

“Lo más importante al final de todos estos cambios, es que los jóvenes flamencos no olvidan y siempre vuelven. Porque la emoción que producen una voz, una guitarra y unas palmas no se perderá nunca entre el laberinto instrumental”.

LA VOZ PURA, TRANSGRESORA

Ríos Ruiz, el poeta que en su arcano jerezano guardaba secretos que nadie más conocía, me dijo que el eco de Camarón no era ni el eco relámpago de Manuel Torre, ni el eco bodega de Caracol. Ni la pantera negra que sonaba en la voz de Terremoto… Que era un latido en estremecimiento, eslabonado, más que estremecido… Y el compás, y jugar con los tercios, y salir y volver sin perder ni la cuadratura ni la gracia…. Y luego, la voz, enjundia jonda, cantaora y plañidera en su fluir y en su revibrar… 

Pero sea el eco relámpago, bodega, pantera o latido…  la voz jonda transgrede la condición de hombre o mujer cantaores. Se sobrepone a esa dualidad. Y es que el grito jondo es varón, pero no macho. Porque baja desde lo apolíneo solar masculino para hundirse dionisíaco en los fondos oscuros donde lo femenino germina. Como aquella heroína de Tirso, que resultaba más femenina por su contundente virilidad. Será ejemplo de cuanto acabo de decir la voz de una cantaora que oiremos aquí esta noche, vertida en el surco de una guitarra y a compás de percusión. La voz que suma impurezas, para ser pura. 

PASTORA PAVÓN, LA VOZ DE ESTAÑO FUNDIDO. ¡QUÉ BUENA COMPARACIÓN LORQUIANA!

García Lorca estaba fascinado con Pastora Pavón, la cantaora enduendada. Y, sobre su voz, escribió un texto antológico: 

“Una vez, la «cantaora» Pastora Pavón, La Niña de los Peines…, cantaba en una tabernilla de Cádiz. Jugaba con su voz de sombra, con su voz de estaño fundido, con su voz cubierta de musgo, y se la enredaba en la cabellera o la mojaba en manzanilla o la perdía por unos jarales oscuros y lejanísimos. Pero nada; era inútil. Los oyentes permanecían callados. 

Entonces, ante un ¡Viva París! que gritó un hombrecillo, la Niña de los Peines tuvo que desgarrar su voz porque sabía que la estaba oyendo gente exquisita que no pedía formas, sino tuétano de formas, música pura con el cuerpo sucinto para poder mantenerse en el aire. Su voz ya no jugaba, su voz era un chorro de sangre digna por su dolor y su sinceridad, y se abría como una mano de diez dedos por los pies clavados… de un Cristo de Juan de Juni”

LA PEÑA DE CARTAGENA, CUSTODIA DE LA VOZ JONDA

Cuando el cantaor se entrega en cada cante que fondea, la voz se exhala desde la oscura marginalidad de lo jondo. El cantaor no es la estrella de un espectáculo musical, no exhibe su arte, sino que, comulgante y muriente, se entrega a su cante con su piel como límite. La voz jonda no es estelar, sino abismal. Y ahora, mientras los escenarios se llenan de instrumental y tecnología al servicio de un flamenco espectáculo, cada vez más lejano y luminoso, en las Peñas flamencas se custodia la voz jonda. Por las que el flamenco vive. Y esta Peña de Cartagena hace posible que vivamos la experiencia del cuerpo a cuerpo con el cante, origen de todo lo demás. Ejemplo de que el flamenco pervivirá aquí, en los cuartos de los cabales, a orilla de una voz pura, capaz de un quejío loco.